Por qué la actividad física debe ser vital en la política de salud pública

El doctor Mikel Izquierdo explica la importancia de la actividad física en la política de salud pública, especialmente durante la pandemia.

Ya en la década de 1980, el Dr. Robert Butler, director del Instituto Americano sobre el Envejecimiento, afirmó que "si el ejercicio y la actividad física pudieran empaquetarse como una píldora, sería el medicamento más recetado y beneficioso de la nación". Aunque siguen existiendo muchos interrogantes sobre los mecanismos del efecto y las modalidades óptimas, una síntesis de la literatura indica muchos efectos positivos de la participación en la actividad física sobre el proceso de envejecimiento y la mortalidad, con curvas dosis-respuesta que indican que los beneficios están vinculados tanto a las intensidades como a los volúmenes de ejercicio.

Desde entonces, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado en repetidas ocasiones que la inactividad física y el sedentarismo empeoran los problemas de salud crónicos, como la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, la diabetes, la depresión y la demencia. De hecho, las estimaciones de 2012 indicaban que el incumplimiento de las recomendaciones de actividad física es responsable de más de 5 millones de muertes al año en el mundo. Por si fuera poco, se ha demostrado que reducir el número de pasos diarios durante 14 días es suficiente para aumentar el riesgo de padecer en el futuro enfermedades metabólicas y resistencia a la insulina, típicas de la diabetes tipo II y la obesidad.

Nuestro cuerpo está diseñado para moverse

Está confirmado que estamos diseñados para movernos y que, si no lo hacemos, la carga de enfermedades y la mortalidad se dispararán exponencialmente. Sin embargo, en la población mundial, sólo el 18% de los adultos de 65 a 74 años, y el 15% de los mayores de 75, cumplen las recomendaciones mínimas de actividad física de 150 minutos de actividad física moderada y vigorosa a la semana y de ejercicios de fortalecimiento muscular al menos dos veces por semana. Pero lo realmente preocupante es que esta "deficiencia en la práctica de actividad física" se observa desde las primeras etapas de la vida. Es el verdadero problema que provoca la obesidad infantil. Si el Dr. Butler levantara la cabeza 33 años después, confirmaría lo que ya sospechaba: la actividad física y el deporte deberían ser actividades esenciales en la política de salud pública, y más aún durante la pandemia.

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A pesar de los grandes avances de la ciencia en la actualidad, no existen medicamentos (ni combinaciones) que puedan mejorar la capacidad física de las personas, y es probable que no se desarrolle ninguno en un futuro próximo. La evidencia sobre los efectos positivos del ejercicio físico ha llevado a equipararlo al mejor de los medicamentos. Sin embargo, hay que reconocer que no todos los medicamentos curan el cáncer, ni todos los tipos de ejercicio (cardiovascular, de fortalecimiento muscular, de equilibrio) tienen los mismos efectos sobre la enfermedad y la capacidad funcional. No basta con caminar y no es aconsejable seguir algunas de las tendencias de YouTube de los influencers que llevan chándal. Las intervenciones basadas en la evidencia sobre la actividad física deben desempeñar un papel fundamental en la atención médica y la salud pública.

La actividad física debe ser esencial en la salud pública

El ejercicio no se ha integrado plenamente en la práctica habitual de la medicina primaria o geriátrica y sigue estando prácticamente ausente de la formación básica de la mayoría de los médicos y otros profesionales sanitarios. Es algo que la COVID-19 ha hecho más evidente, tanto en los que practican poca actividad física como en los que arrastran los efectos a largo plazo de la COVID, y ha quedado cada vez más claro que la actividad física debe desempeñar un papel central en la recuperación.

La heterogeneidad dosis-respuesta no es exclusiva de las terapias farmacéuticas. En la era de la medicina de precisión, la variabilidad interindividual en la magnitud de la respuesta al entrenamiento con ejercicio supervisado (interacción sujeto-entrenamiento o respuesta individual) ha recibido un creciente interés científico tanto en adultos como en niños. Por ejemplo, algunos individuos muestran mejoras con el entrenamiento de ejercicio (por ejemplo, disminución de la glucosa en ayunas) y se consideran respondedores, mientras que otros pueden no tener tal respuesta (por ejemplo, ningún cambio o incluso aumentos de la glucosa en ayunas) y se consideran no respondedores.

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Los investigadores del ejercicio y de la medicina han reconocido la importante variabilidad en la respuesta de los pacientes a las intervenciones de ejercicio físico y han tratado de comprender estas diferencias. Se está investigando la interacción individual de factores fisiológicos, moleculares (es decir, genética, epigenética, transcriptómica y factores metabólicos) y ambientales como posibles mediadores en la falta de respuesta al ejercicio en algunos participantes. Hoy en día, en los albores de una nueva era de descubrimientos científicos sin precedentes en la que especialmente la medicina de precisión está avanzando en el tratamiento individualizado de las enfermedades e incluso en la mejora de la esperanza de vida, no debemos olvidar el sencillo e importante mensaje: el ejercicio no es sólo para los niños y los adultos jóvenes, las personas mayores pueden adaptarse al ejercicio y merecen beneficiarse de él. Nunca es demasiado tarde, y nunca se es demasiado viejo para contraer los músculos. Además, el ejercicio físico es también la única "vacuna" barata, eficaz y segura, sin problemas de abastecimiento, colas ni turnos, que todo el mundo puede empezar a tomar ahora mismo.

Comprender y diseñar programas de ejercicios

Ahora, también está quedando claro que se necesita más investigación sobre las intervenciones de ejercicio para los adultos mayores, los que en gran medida se pasan por alto en los estudios médicos. Siguen existiendo preguntas importantes sobre la seguridad, la eficacia y la variabilidad inherente entre las personas en respuesta al ejercicio. Entender esta variabilidad es esencial para identificar el mejor método de tratamiento (ejercicios sencillos o ejercicios multicomponentes) y la intensidad (ejercicios de resistencia de baja, moderada o alta intensidad) para preservar e idealmente mejorar la capacidad física en edades muy avanzadas. Además de ser seguro para los adultos mayores sanos, un ejercicio de resistencia correctamente diseñado está relativamente libre de posibles efectos secundarios no deseados causados por los medicamentos comunes prescritos en pacientes con múltiples comorbilidades.

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El hecho esencial es que deberían identificarse más acciones para promover una cultura sanitaria positiva. Los médicos de casi todas las especialidades, pero especialmente los de atención primaria y geriatría, deberían aconsejar a todos los pacientes, independientemente de su edad, que sean lo más activos posible. Los médicos de cabecera deberían desempeñar un papel fundamental en el asesoramiento y la derivación adecuada de sus pacientes para que incorporen la actividad física. Las facultades de medicina deberían enseñar a los estudiantes que el músculo esquelético sigue siendo un tejido adaptable durante toda la vida humana.

Los proveedores de servicios de ejercicio físico también deberían estar incluidos en el sistema sanitario para ayudar a planificar y aplicar programas de ejercicio físico para los pacientes. La práctica de la actividad física y los educadores físicos deberían tener un papel más relevante en la solución de este problema. Este será uno de los grandes retos pendientes de la sanidad pública en los próximos años.

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Mikel Izquierdo

Mikel Izquierdo, doctor, es catedrático de Biomecánica y Fisiología del Ejercicio y director del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra, España. Ha sido experto en el Consorcio de Envejecimiento Saludable de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ha trabajado como investigador principal y senior en varios proyectos financiados por la UE centrados en la fragilidad y el ejercicio. Estos incluyen VIVIFRAIL para promover y recomendar cambios en el estilo de vida asociados al ejercicio físico para pacientes frágiles en riesgo de declive funcional, y MID-FRAIL para probar la eficacia de una intervención multimodal en pacientes mayores prefrágiles y frágiles con diabetes tipo 2.